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Pero ¿Cómo fue que surgieron?, ¿Quién inventó este dañino artículo que hora está en nuestros océanos?

Así como estas surgirán muchas preguntas relacionadas al por qué y el cómo en su origen. Para las nuevas generaciones es difícil imaginar, al igual que desodorante, no siempre existió por más normal e indispensable que es hoy en día.

Para inicios del siglo XX todo era amor y paz en Norte América. Canadá y Estados Unidos vivían una época de oro y apogeo, era una época para construir sus bases comerciales para ser lo que, sin duda, hoy en pleno siglo XXI son.

Pasando la Primera Guerra Mundial, la cual cobró la vida de casi un tercio de la humanidad obligó a la raza humana a reinventarse. Gracias a esto surgieron empresas que sacaron lo mejor de crisis, nacieron bebidas carbonatadas que hoy en día solo su nombre vale docenas de billones de dólares. Pero lo más importante fue el surgimiento de cadenas de supermercados, restaurantes de comida rápida, proliferación de almacenes de barrio, en fin… el futuro se ancló acá para sentar sus bases.

El norte y centro de Estados Unidos, como el sur de Canadá eran enormes productores y exportadores de troncos y madera procesada, no dejando atrás al mayor exportador de la aun Unión Americana: Alaska.

Su exportación era tanta, que para 1930 se alcanzaron 126 millones de toneladas mensuales solo para consumo local. Industrias como mueblería, casas, barcos, entre otros, le abrirían el paso a una industria pujante: Los desechables. 

Antes y durante la Segunda Guerra Mundial la industria de papel elaborado a base de celulosa cruda se disparó como un sistema de embalaje y transporte de alimentos por su origen natural y de resguardo. Servir el almuerzo de tus hijos o esposo, o bien, una salida de campo, las bolsas de papel eran indispensables.

Sin embargo, la materia prima con la que esta era fabricada parecía no importar ni se conocían los efectos colaterales de obtenerla: Los Árboles.

Fue hasta 1960 que muchas organizaciones no gubernamentales comenzaron a presentar pruebas que la depredación de árboles había causado una deforestación en casi el 35% del total de árboles en Estados Unidos y Canadá. Que sus efectos se hacían notar porque los suelos se lavaban como resultado de la lluvia, especies animales desaparecieron por completo y que donde antes habían cielos azules y ríos cristalinos ahora eran cielos nubosos sin color y ríos que parecían canales con balsas debido a los miles de troncos flotantes por kilómetros hasta arribar a los aserraderos.

Ante esta realidad, un sueco migrante como resultado de la guerra e ingeniero de carrera Sten Gusfaf Thulin, hace sus primeras pruebas de films en Polietileno con el objetivo de buscar un sustituto que les permitiera en casa crear un sustituto del papel que fuera más económico, más liviano, con mayor tiempo de vida y mucho más económico. Y aunque no reza en cualquier libro, después de haber creado los primeros sustitutos en formato rectangular, encontró a su esposa doblando las mismas a la mitad y recortando en la parte superior para que al extenderla le permitiera contar con unas asas que le facilitaran atarla, en forma de un moño o corbata.

Esta idea le resultó tan impactante que decide presentar en el Organismo de Patentes de Los Estados Unidos su invento para comercializarlo, ganándole así su patente en 1965:

patente

Su invento era una bolsa con fuelles laterales que permitían reducir su base, pero aumentando su capacidad. Y el sistema de troquel superior con asas lo llamó tan simple como “camiseta” o su tradición en idioma inglés “T-Shirt”.

Este invento, aunque muchos piensen lo contrario, venía a reducir la contaminación generada por la producción de papel, con menos árboles talados, reducción en el uso de millones de litros de agua para su procesado, las toneladas de azufre y CO2 en su emisión de gases. En cambio, la bolsa de Thulin producía menos del 1% de contaminación ambiental en relación a su contraparte de celulosa.

Muchas organizaciones medioambientales estarán en contra de nuestra opinión profesional, pero esta invención dio vida a una revolución industrial que en menos de 10 años en todos los países del planeta permitió desarrollar este formato de bolsas.

Thulin meses antes de fallecer el año 2006, en una entrevista ante medios de prensa y ser consultado sobre los efectos de los plásticos y el daño ambiental que causa el uso de las bolsas se limitó a responder: “Nunca me imaginé que una bolsa pensada para ser reprocesada hasta el infinito número de veces fuera usada para tirarse a la basura. A una basura de la cual nadie hace nada con ella. No culpen al plástico cuando solo existe un culpable: Ustedes mismos”.

Hoy en día, la industria del papel inyecta millones de dólares en comprobar con hechos cosas que no son ni remotamente ciertas. Como ejemplo de ello, es que promueven como sustituto del plástico tradicional el uso del papel, pero no te explican que más del 80% del papel producido mundialmente es fruto de la tala indiscriminada y no justificada en países como Brasil, Panamá, Ecuador, Colombia, Perú, Venezuela, o en el caso de Europa Rumania y Hungría.

Tampoco los funcionarios tienen por qué saberlo, pero, muchos fabricantes mezclan con plásticos tradicionales (polietilenos o polipropilenos el papel), con finalidad de abrillantarlo o atribuirles propiedades de resistencia al agua. Y más grave aún, que las autoridades de salud desconocen que aquellos productos que son de celulosa reciclada no es de grado alimenticio ya que los químicos vertidos o la temperatura que alcanza la misma no es capaz de matar los alérgenos que pueden dañar alimentos e incluso la salud de los usuarios.

La industria del papel, aunque se viste de blanco y promueven la pureza en sus productos por la biodegradación de los mismos, no poseen capacidad ninguna o al menos probable que sustenten una fabricación compatible con ecosistemas.
Países como Chile, debieron de ponerle frenos o cercos a estas industrias para que, sin tener que prohibirlas, pudieran controlarlas en su manera de proceso. Especies como el Cisne Negro, llegó al borde de la extinción al beber agua en humedales altamente contaminados por los vertientes de tóxicos en aguas hábitat de los mismos. 

Quizá el sueño de Thulin en crear un producto que se convirtiera en una solución al poder reprocesarse un infinito número de veces, evitar la tala indiscriminada, reducir los gases efectos invernadero en más de un 90%… todo se saliera de control, no por su invento, sino porque los seres humanos no estábamos preparados para este invento.
Hoy, a 60 años de su invento entendimos una variante que quizá no comprendió: Que como sociedades dependemos de nuestros gobiernos y su capacidad de procesar los desechos, de promover cultura y educar a sus pueblos, pero esto no sucedió, al menos en Asia, África y América y que difícilmente podremos cambiar.

Como no ocurrirá en algún par de generaciones lo único que nos queda es crear productos que sean soluciones reales:

Que no atenten contra los árboles, que reduzca la huella de carbono y gases de efecto invernadero, así como la cultura del desecho; así no seguir dependiendo de gobiernos, conformados por políticos, no por científicos.

Y mientras eso ocurra, nos toca seguir trabajando por nuestro planeta, en nuestro caso, empoderarte a ti, que la biodegradación esté en sus manos. Sin mitos, sin ilusiones, sin engaños,… ¡Con Ciencia! 


#SalvemosElPlaneta

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